Antes de amarte, amor, nada era mío: 
vacilé por las calles y las cosas: 
nada contaba ni tenía nombre: 
el mundo era del aire que esperaba. 
Yo conocí salones cenicientos, 
túneles habitados por la luna, 
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena. 

Todo estaba vacío, muerto y mudo, 
caído, abandonado y decaído, 
todo era inalienablemente ajeno, 
todo era de los otros y de nadie, 
hasta que tu belleza y tu pobreza 
llenaron el otoño de regalos.
Pablo Neruda, 1959



















